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domingo, abril 20, 2025
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«Me arrepiento»: hincha de Millonarios que recibirá eutanasia

La historia de Javier Acosta es un duro recordatorio de que las pasiones, por más intensas que sean, deben ser manejadas con responsabilidad y prudencia.

Javier Acosta, un apasionado hincha de Millonarios, ha vivido intensamente su amor por el fútbol durante más de dos décadas. Sin embargo, su pasión lo llevó a tomar decisiones que hoy lamenta profundamente. Con 36 años, Acosta cuenta cómo su participación activa en las barras bravas del equipo lo llevó a un trágico accidente que le cambió la vida para siempre. En un emotivo testimonio compartido en su perfil de Facebook, relata los altos costos personales de su dedicación al equipo y al mundo del barrismo.

Un accidente que cambió su vida

Javier Acosta se involucró en las barras bravas de Millonarios desde joven, convirtiendo el seguimiento al equipo en un estilo de vida. Viajó por todo el país junto a otros hinchas, alentando al equipo en cada estadio. Sin embargo, en uno de esos viajes, sufrió un accidente que lo dejó en silla de ruedas. “Por la barra estoy en silla de ruedas, por ella estoy en una cama”, afirmó con tristeza en su testimonio. Este accidente no solo lo dejó con lesiones físicas irreversibles, sino que también le abrió los ojos a una realidad que no había considerado durante sus años de fervor futbolístico.

La tragedia que lo alcanzó mientras seguía a su equipo favorito fue el punto de inflexión en su vida. Lo que antes era un estilo de vida lleno de adrenalina y emoción, ahora se convirtió en una carga pesada de arrepentimiento. Acosta pasó de ser un participante activo en las barras bravas a ser un espectador de su propia vida, inmovilizado por las consecuencias de su decisión de seguir a Millonarios a cualquier costo.

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El arrepentimiento de un hincha dedicado

En su relato, Javier no escatima en expresar el arrepentimiento que siente por haber dedicado tanto tiempo a la barra brava. “No saben lo que me arrepiento de todo el tiempo que le entregue a la barra”, afirmó, subrayando el vacío que siente al no recibir apoyo de aquellos con quienes compartió tantas experiencias. Durante 21 años, Acosta vivió y respiró por y para Millonarios, entregando su tiempo, energía y, finalmente, su salud.

El arrepentimiento de Acosta no es solo por el accidente que lo dejó postrado, sino también por la desilusión al darse cuenta de que, en su momento más vulnerable, pocos de sus antiguos compañeros de barra se mantuvieron a su lado. De todos los hinchas con los que compartió su pasión, solo dos han estado pendientes de su estado de salud. “Cuando tú estás bien, tienes amigos a granel, cuando estás en una situación de estas: mamá, papá, hermana, hijo y pare de contar”, declaró, evidenciando la soledad que ahora lo acompaña.

Una reflexión para otros hinchas

A través de su testimonio, Javier Acosta busca generar conciencia entre otros hinchas sobre las consecuencias de involucrarse demasiado en el mundo de las barras bravas. Su historia es una advertencia sobre los peligros que pueden surgir al poner en riesgo la vida por la pasión hacia un equipo. “Estoy en una silla de ruedas y me lo busqué por ser una barra brava y seguir a mi equipo alentándolo a todos lados porque ese era el lema”, expresó, reconociendo que, aunque el amor por un equipo es válido, las decisiones que se toman en nombre de esa pasión pueden tener consecuencias irreparables.

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El testimonio de Acosta resuena como un llamado de atención para quienes aún participan en el barrismo extremo, invitándolos a reflexionar sobre las prioridades en la vida. Su historia es un recordatorio de que la vida es frágil y que, en muchos casos, las decisiones impulsivas pueden tener resultados devastadores. A pesar de todo, Javier sigue siendo un hincha de Millonarios, pero ahora desde una perspectiva mucho más cautelosa y con una visión clara de las verdaderas amistades y valores que deberían guiar la vida de cualquier persona.

Conclusión


La historia de Javier Acosta es un duro recordatorio de que las pasiones, por más intensas que sean, deben ser manejadas con responsabilidad y prudencia. Su testimonio no solo refleja el dolor físico que ha tenido que soportar, sino también el dolor emocional de sentirse abandonado por aquellos con quienes compartió una parte importante de su vida. Acosta espera que su historia sirva como lección para otros, mostrando que, a veces, el precio de la pasión puede ser demasiado alto.

Redacción El Norte Hoy

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