Tras llegar al lugar, los agentes encontraron el cuerpo sin vida de Olga Marina y sus dos hijos dentro de la casa, evidenciando que habían sido asesinados con arma blanca. En ese momento, detuvieron a Leonardo Caz, quien confesó el crimen y afirmó que lo había hecho siguiendo un «mandato de Dios».
Según el testimonio del acusado, recibió una «iluminación divina» que le ordenó acabar con la vida de su esposa e hijos, y que no pudo resistirse a cumplir el mandato. Ante esta declaración, la policía inició una investigación para determinar el estado mental del hombre al momento del crimen, y si su condición psicológica puede ser una causa justificada para el asesinato.
Este caso ha generado conmoción en la sociedad guatemalteca, y ha puesto de manifiesto la necesidad de brindar mayor atención y recursos para la prevención de la violencia intrafamiliar y el tratamiento de problemas de salud mental en la población. Además, ha levantado una discusión sobre los límites de la libertad religiosa y los peligros de interpretaciones extremas de las creencias religiosas.
El acusado permanece en custodia policial, y se espera que se lleve a cabo un juicio para determinar su culpabilidad y la pena que deberá cumplir por los terribles actos cometidos.