Moonlight Pulido era una presa en la prisión para mujeres de Corona, en California, cumpliendo cadena perpetua por intento de asesinato cuando se sometió a una revisión médica de rutina. Durante la citología vaginal, el médico le informó que le habían detectado «dos bultos con potencial de convertirse en cáncer» y le preguntó si quería que se los extirparan. Desesperada por salvar su vida, firmó el consentimiento sin cuestionarlo.
Fue días después cuando se enteró de la verdad: le habían extirpado el útero, el cuello uterino y otras partes de su sistema reproductivo. La habían esterilizado sin su conocimiento ni consentimiento.
Este caso ocurrió en 2005 en la prisión para mujeres de Corona, parte del Departamento de Correcciones y Rehabilitación de California (CDCR). Pero desafortunadamente, casos similares se repitieron a lo largo de la década en al menos otros tres centros del sistema penitenciario estatal.
La esterilización forzada es una práctica cruel e inhumana que ha sido utilizada en todo el mundo en contra de mujeres y minorías étnicas durante décadas. En el caso de California, esta práctica ha sido llevada a cabo en contra de mujeres encarceladas, en un acto de violación de sus derechos humanos y de su integridad física.
Hoy en día, el estado de California trata de subsanar su oscura historia de esterilizaciones forzadas ofreciendo indemnizaciones a las víctimas. Pero esto no borra la cicatriz emocional y física que han dejado en las vidas de las mujeres que han sido sometidas a esta práctica atroz.
Moonlight Pulido, cuyo nombre anterior era DeAnna Henderson, es una de las muchas mujeres que han sido víctimas de esterilización forzada en California. Su historia es un recordatorio de que la lucha por los derechos humanos y la justicia debe continuar para evitar que este tipo de atrocidades vuelvan a suceder.
